Autosuficiencia femenina: ¿recurso o armadura?

Cuando la fuerza encubre una herida en lo femenino

La delgada línea entre fortaleza y defensa

Muchas mujeres se reconocen como fuertes, resolutivas, con una gran autosuficiencia femenina. Se hacen cargo de todo: del trabajo, de la familia, de los demás y de sí mismas. Mujeres que sienten que pueden con todo, que siempre encuentran la manera de salir adelante.

Pero hay una línea muy delgada entre una fortaleza genuina y una armadura emocional que encubre una herida. A simple vista pueden parecer lo mismo, pero el trasfondo emocional es muy distinto.

Cuando la autosuficiencia es un recurso

La autosuficiencia como recurso aparece cuando la fuerza surge de manera genuina. Hay mujeres que, por temperamento, crianza o cultura, desarrollan una postura activa, emprendedora, con mucha capacidad de accionar.

En estos casos, la energía femenina y masculina están más integradas:

  • Puede resolver sola, pero no siente que pedir ayuda la debilite.
  • Su fortaleza convive con la apertura a ser cuidada.
  • Elige hacerse cargo porque quiere, no porque no haya otra opción.
  • Su autonomía nace de la libertad interior.

Aquí la autosuficiencia es un recurso que expande y permite crecer, sin cerrarse al sostén de los demás.

Cuando la autosuficiencia es una armadura

También hay mujeres que parecen fuertes y autosuficientes, pero detrás de esa fuerza se esconde una defensa compensatoria.

Son mujeres que en algún momento no pudieron descansar en el cuidado de otros, que necesitaban protección y no la recibieron, y entonces aprendieron a sostenerse solas. Aquí, la energía femenina herida se disfraza de exceso de energía masculina.

En estos casos, la autosuficiencia compulsiva se convierte en una armadura:

  • “Tengo que poder sola” se vuelve un mandato.
  • Cuesta soltar, confiar, delegar.
  • La vulnerabilidad se vive como un riesgo.
  • El empuje y el control se vuelven compulsivos.
  • Siempre disponibles para los demás, nunca para sí mismas.

Aquí lo masculino predomina de manera rígida: acción, control, logro. Lo femenino queda herido: la parte receptiva, confiada y nutriente.

Esta fuerza se siente pesada, rígida y agotadora.

Blanco sobre negro: la diferencia esencial

La clave no está en lo que hago, sino en desde dónde lo hago.

  • Cuando mi fuerza nace de la libertad ➝ es un recurso.
  • Cuando nace de la imposibilidad de soltar ➝ es una armadura.

En palabras simples:

  • Recurso: “Elijo hacerme cargo porque puedo y también puedo dejarme cuidar.”
  • Armadura: “Me hago cargo de todo porque si no, me derrumbo.”

Una mirada sistémica a la herida en lo femenino

Desde la mirada sistémica de las constelaciones familiares, cuando un niño o una niña no puede descansar en sus padres, muchas veces toma fuerza “prestada” para sobrevivir. Se vuelve adulto antes de tiempo, y más tarde esa fuerza aparece como autosuficiencia rígida.

Lo paradójico es que detrás de esa coraza sigue vivo el anhelo original: ser mirada, cuidada y contenida.

Desde la teoría del apego, este patrón puede relacionarse con un apego evitativo: la creencia de que depender de otros no es seguro y que solo puedo contar conmigo.

En términos de Jung, podríamos hablar de un animus hipertrofiado: el principio masculino interior que, en exceso, domina la psique y desplaza lo femenino receptivo.

Integrar fuerza y vulnerabilidad

El camino no es abandonar la fortaleza, sino integrarla con la vulnerabilidad. Se trata de reconocer cuándo la autosuficiencia femenina es un recurso que nos expande y cuándo es una armadura que nos aísla.

Sanar esta herida implica:

  • Aceptar que pedir ayuda no nos debilita.
  • Animarnos a soltar el control y confiar.
  • Darle lugar al lado receptivo, nutritivo y femenino.
  • Permitir que otros nos sostengan, aunque sea de a poco.

La autosuficiencia puede ser una aliada o una cárcel.
La diferencia está en si nace de la libertad interior o de la herida en lo femenino.

 La pregunta es: tu fuerza hoy, ¿es un recurso que te expande o una armadura que te protege pero te aísla?